En
los últimos tiempos hemos ido experimentando la mezcla inevitable de las tendencias de la moda siendo influenciadas por el arte. En una línea muy delgada de conceptos y definiciones, se entiende que el arte se separa de la moda y del diseño, por la practicidad de los usos que las obras tengan. En otras palabras, si se utiliza de una manera personal, la pieza en cuestión ya no es una obra de arte. Y esto se ha discutido durante muchísimo tiempo, hay quienes sostienen este paradigma y hay quienes siguen refutándolo, pues es considerable que una pieza por ejemplo de ropa pueda alcanzar altos valores plásticos tanto que se haga considerar como una pieza artística, pero el simple hecho de clasificarla como “ropa” y darle su uso respectivo ya nos rompe la idea de considerarla como arte.
Ahora, en términos de moda, en donde esto es tan fluctuante y cuestionable a ojos, crítica y gustos de todo el mundo, en donde son tan amplias las perspectivas y planteamientos, se ve claramente como cada vez más, hay tendencias artísticas, e incluso técnicas que se van mezclando e interactuando en la moda. Y se ha convertido en un asunto de sostenibilidad mutua, ya que el mismo arte ha recurrido a elementos plásticos y del diseño de la moda para llevarlos a ser incorporados en él.
Incluso no se puede negar y como en artículos anteriores se ha mencionado, existe una interesante influencia del arte, dentro de la cotidianidad de los usos de las redes sociales en el lenguaje jocoso, del entretenimiento y la comunicación que día a día tenemos.
Y es interesante porque, si en algún momento quisimos un mundo de arte tan exclusivo y tan elitista, ya hoy por hoy no están certero, ya que es un mercado que se ha abierto a tantas posibilidades, que catalogarlo ya es inverosímil y hasta innecesario; al final el arte existe desde siempre y no marca distinciones sociales actualmente, como al menos en tiempos de antaño se manejaba, aún hay obras que se encuentran en precios absurdos, convulsionantes y salidos de las mentes más irracionales, también hay obras de arte de pequeños artistas, que aunque menguen y no estén presentes en un museo, no se les puede dejar de apreciar en casos muy estrictos como una obra artística, y cumplen con esos aspectos que incluso hoy son un poco difusos, pero que podemos decir que aún están académicamente presentes.
Hoy por hoy, vemos moda empapada de lenguaje artístico, de elementos plásticos que no pueden pasar desapercibidos, ya sea en los espacios, o en las mismas prendas que utilizamos día a día y como lo mencioné antes, introduciéndose jocosamente en la cotidianidad de nuestro móvil.
Tal vez para los más eruditos del arte, esto no hubiera sido el ideal de crear una apreciación artística, incluso porque es utilizado de las maneras más vanas en las que el arte podría caer, pero no podemos negar que hay un cierto interés, que esto genera inquietud en el público, al menos provoca el cuestionarse, ¿de dónde salió esto? o insta a querer saber el nombre del artista quien creo la obra, ¿podríamos llamarle a esto educación artística? ¡No! Pero al menos introduce un poco más estos rasgos a la concepción cultural, rompiendo un poco más la brecha de los intereses sociales y dándole un gradito más de apertura al interés colectivo por el arte y los valores artísticos. Los cuales, estos últimos sí los podemos experimentar más y vivificar más en nuestro entorno y cotidianidad aplicándolo en la moda.
Vemos espacios diseñados con tendencias artísticas que marcaron la historia del arte en lapsos realmente importantes de su evolución, dando pie a conceptos del diseño que hoy por hoy solucionan problemas de espacio ricamente logrados, gracias a toda esta percepción que se gestó en esos espacios de tiempo, los cuales fueron influenciados por los contextos históricos o circunstanciales del momento.
Y hago alusión aquí para ejemplificar la idea, con el periodo de la II guerra mundial, donde vemos florecer producto de la guerra y de la falta de hombres en el hogar, a las mujeres de casa, asumiendo roles masculinos (aclaro, de la época y según las costumbres) a mujeres que se lanzan a las calles a trabajar y generar recursos para el sustento de sus hogares, en un estilismo que conocemos como el “pin up”, y enviando fotografías a sus esposos con tientes eróticos y experimentando a la vez un ambiente ahora hostil para ellas, que comenzó a marcar la pauta de un nuevo comportamiento en el sexo femenino, que además marco el rompimiento de estereotipos y roles, y fue influenciando las galerías de arte, diseño, fotografía, revistas o calendarios, haciendo conocer como la nueva forma de vida y la contextualización social y cultural que surge bajo una necesidad tan trágica como lo es el escenario de la guerra, y alterna entre lo sensual y femenino las necesidades del hogar y de los hombres que están en plena guerra y que se lleva al punto estético de llegar a verlo con ojos de apreciación y estilismo plásticos llevados a la moda y no solo eso, sino al cine, a las caricaturas y hasta hoy día en las nuevas tendencias como lo son la moda retro.
En resumen, no nos escapamos, gratificantemente, de que estos conceptos no puedan desligarse y lo digo con alivio, porque, ¿cómo podría una cosa sobrevivir sin la otra? El arte es experiencia en el contexto y es sobrevivencia, y la moda es la manera de como aplicamos todo esto, no solamente en las paredes o en una estatua inerte, sino que la llevamos a niveles de apreciación distinta, producto de las necesidades de renovación y refrescamiento de nuestro propio espacio y expresión cotidiana, porque el uso de lo que nos rodea son medios de expresión que nos hace identificarnos con otros, son medios de socialización y de interacción con el resto del mundo, del cual somos parte y a la vez necesitamos y nos necesita.
POR
LEYRIN ALVARADO
ART & DESIGN
COSTA RICA