Hace poco, llego conmigo a realizar su servicio social dentro de su maestría, un estudiante de origen cubano. Él había terminado en la isla su formación como educador y como abogado y aunque me di cuenta que amaba su tierra, deseaba permanecer en México. Me contó sus peripecias administrativo gubernamentales, y las políticas de control que tuvo que sortear para lograr salir de Cuba. Y a varias de ellas todavía estaba atado.
No es la primera persona que conozco, así como a profesionales radicadas ya y que ejercen en nuestro país. Su nostalgia no es para su gobierno, es para su tierra, y ninguna de ellas viene de alguna familia acomodada (no queda ya ninguna) ni del sistema político. Tienen en común buscar su libertad, progresar y disfrutan de nuestro México más que nosotros los mexicanos.
Que diferente es su visión a la que tienen los defensores nacionales de aquél sistema, de quienes viviendo en las bondades del capitalismo alaban las políticas isleñas.
Recientemente el grito de “¡cuba libre!” se volvió trending topic, y las respuestas tradicionales de quienes apoyan al régimen de aquella isla son recurrentes: “pero tienen servicios médicos”, “pero no se mueren de hambre”, “pero todos tienen educación”, “pero no hay delincuencia” y variopintos sobre cómo un régimen de izquierda socialista-comunista es lo mejor del mundo mundial.
En la conformación del estado actual, el denominado pacto social implica –entre otras cosas- la cesión de derechos de las personas a favor de sus representantes para el buen funcionamiento del orden social. Entre estos derechos cedidos encontramos la venganza privada transformada en uso de la fuerza, el sistema de justicia, la capacidad de elaborar leyes, y varios más. Pero no se entregan o ceden las libertades individuales, solamente permite su restricción en la medida proporcional de los fines legítimos, razonables, idóneos y constitucionales que se persiguen. Siempre en beneficio de las personas.
En Cuba, el estado se apropió de los derechos de las personas y la lógica es al revés: el beneficio en la interpretación del marco jurídico es a favor del régimen, disfrazado de colectividad. Monopoliza los medios de producción, los medios de comunicación, de las propiedades, los medios de distribución de los alimentos, del vestido, de lo que se debe decir o no, de a quién debes visitar, etcétera. ¿Qué tanto vale tener salud, educación, alimentación y vestido precario igual para todas las personas a cambio de ceder todas las demás libertad civiles y políticas?
Vale preguntarse como desde hace varias décadas, si un sistema colectivista, que niega al individuo y lo despoja de sus derechos individuales es un sistema humanista mejor que los derechos humanos. Ello porque los derechos humanos como lo entendemos solamente pueden existir en estado democrático-garantistas, lo que no es el sistema cubano.
Un sistema en donde su Presidente hace apenas unas semanas durante el levantamiento de julio llamó a los partidarios de la revolución a enfrentar a los protestantes en las calles. Es decir, convoca a que una parte de la población simpatizante de la ideología del estado, combata a la otra que no lo es. ¿Se acuerda usted amable lectora del denominado genocidio ruandés en 1994? En este, el Presidente Juvenal Habyarimana llamó a su población hutu (la gobernante) a exterminar a la comunidad tutsi. Lo que provocó la tragedia calculada de casi un millón de personas asesinadas, masacradas; un número cercano al medio millón de mujeres violadas y una condena internacional que creó un tribunal internacionales para sancionar estos hechos.
Hay en nuestro país, como lo comenté, personas que apoyan al régimen y otras que no; desde mi visión de derechos humanos por supuesto no la apoyo, pero ajeno a estas posturas, ¿es posible defender un régimen –capitalista o socialista- que convoque como ocurrió en Ruanda a que una parte de la población enfrente a la otra parte, incluso con la ley revolucionara? ¿Conoce usted los alcances o definición de aplicar el concepto y términos de una ley revolucionara? Es el exterminio de quien piensa diferente, de quien pretende terminar con el sistema.
Ante esta repetición latinoamericana del llamado ruandés, de la postura desnuda del régimen cubano por acabar, terminar, exterminar a la oposición, que es la población misma, ¿debemos repensar la dimensión de la expresión “Cuba Libre” por “Cubanos Libres”?
Como siempre, la mejor respuesta la tiene usted.
sergio.montoya@auladh.com
POR SERGIO MONTOYA MÉXICO