A menos de un kilómetro de instalaciones de la Guardia Nacional o de la Policía Estatal o Municipal, o quizás de un centro comercial más moderno de la ciudad, cerca de los barrios, se puede observar todos los días a jóvenes ocupados en discusiones intrascendentes, peleando, intercambiando sustancias de uso industrial que les sirven de drogas o simplemente absortos por el efecto de éstas, con la mirada perdida en las calles sin ley de la capital potosina. Ellos son sólo algunos de los miles de chavos banda que forman parte de los colectivos sociales, abandonados a la suerte por la falta de oportunidades, abrazados por los cárteles más que por sus familias, con un resentimiento social muy fuerte hacia la clase política de nuestro país; son los ángeles negros dignos de admirar por su coraje de supervivencia en la selva de asfalto. Generaciones llegan y se van, y el plomo es parte del acontecer diario, pero algo los une, la hermandad, la familia, las caguamas y la música.
En nuestro país, Óscar Chávez, era considerado el representante por excelencia de la canción de protesta, pues tenía ya un legado de al menos un lustro como cantante y compositor en la escena local. Al principio de su carrera interpretaba corridos post revolucionarios o temas de música tradicional latinoamericana, como “Román Castillo” y a partir de entonces su voz marco una era. Entre las agrupaciones que deambulaban las aulas universitarias de los años 60s estaban Los Nakos, que comenzaron como un dueto ya dentro del movimiento estudiantil. Se dedicaban a hacer parodias de canciones populares con letras que incluían mensajes políticos. Uno de los fundadores, Ismael Colmenares, también fue detenido en 1971 por cantar contra el gobierno.
Tras la matanza de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968, se escribieron muchas canciones sobre esa noche. Las bandas de rock mexicanas cantaban contra la represión del gobierno autoritario, que después, en Avándaro sufrirían censura.
El hip-hop es el medio para que las clases populares y la juventud de los barrios puedan expresar su rabia y su desobediencia. Es importante analizar el hip-hop y su cultura a través de un prisma social, pues aquél acompaña desde su nacimiento a numerosas luchas populares de todo el mundo. El alcance del hip-hop, un fenómeno internacional e internacionalista, no para de crecer como música popular. Para algunos, como reacción al sistema capitalista, esta cultura hip-hop es un instrumento vinculado a las luchas sociales y políticas, a la solidaridad o a la reivindicación de un derecho a la autodeterminación de los pueblos oprimidos.
POR DAVID ÁLVAREZ MÉXICO