A través de los años se ha buscado la más completa manera de comprender la violencia. El fenómeno específico de la violencia contra las mujeres atiende a una problemática encajada en una realidad histórica cual si fuera tradición. Siempre teñida por un marco de desigualdades y exclusión de género, como parte de un orden que sentencia los roles y derechos según el sexo. Un caldo de cultivo para el Síndrome de la mujer maltratada. Es decir, existe un problema de aprendizaje cultural sustentado en el mal preconcebido poder masculino. Y decimos mal preconcebido no por querer restar valor al poder del hombre en sí mismo, sino porque este tipo de poder habita en medio de una crisis moral y de valores, en donde se echa mano a la violencia para ejercer control.
Parte de esta lamentable historia es la llamada violencia doméstica, que hace referencia a un tipo de violencia que se da en el espacio familiar e íntimo. Desde una perspectiva psicológica, podríamos afirmar es una agresión cruel, repetida y extendida, en donde la víctima prisionera de agresiones frecuentes, es incapaz de escapar a su agresor debido a que siente o percibe a este muy superior ya sea en lo físico, psicológico o ambas. El agresor comete acciones u omisiones (verbales, físicas o emocionales) que producen un daño físico, psíquico, sexual o económico. Es sumamente importante considerar que el agresor puede ser cónyuge o excónyuge, o bien cuando aún no se ha iniciado una relación familiar, el hecho es que a la mujer se la agrede por ser mujer, no por ser esposa, madre o ama de casa. A veces se justifica o confunde por el contexto donde se producen las agresiones con las causas de las agresiones. Lo irrefutable es que en todo caso genera una perturbación emocional, degradación psicológica, humillación, aislamiento que crea destrucción de la personalidad, porque se produce en la mujer una pérdida de autoestima y la falta de motivación por ser, crecer y vivir.
Algunos aldeanos decían “Yo no me acostumbraría a eso, por qué ella sí”. Por cierto, no es tan fácil salir de esta situación, pues al estar sometida a ciclos repetidos de agresiones, para entonces el miedo la tendrá paralizada y anulada, lo suficiente como para distanciarse del contacto con la realidad objetiva e incapacitada como para poder encontrar, por sí sola, la salida al maltrato que padece.
Otros testigos del pueblo comentaban que “¡Les gusta que las traten mal!”, “¿Tan fácil como dejarlo y ya?”, “Eso es para mujeres dependientes”. La respuesta es: No, no es por gusto, no es tan fácil y la mayoría de mujeres continúan siendo vulnerables a que les suceda. Los mecanismos psicológicos suscitados por la exposición continuada de agresión hacen que los vínculos afectivos se vean a simple vista incoherentes, por ello muchas personas terminan por no comprender a las víctimas sin percatarse que con su incomprensión solo colaboran al mantenimiento del problema: la falta de apoyo correcto externo; y la percepción de no tener salida y “estar mal”.
¿Sabías que las víctimas desarrollan trastornos psicológicos como depresión, estrés postraumático y ansiedad? El estrés crónico cambia la vida de estas personas. Existen serias secuelas del maltrato más allá del daño emocional. Muchas vuelven a sentir estrés porque asocian objetos, olores, lugares y elementos a ése momento. Existen análisis cualitativos que muestran que en las mujeres víctimas se presentan alteraciones en la capacidad de atención, memoria, velocidad de procesamiento y disfunción ejecutiva. Se sabe inclusive que la hormona cortisol queda impregnada en el cabello de la víctima hasta tres meses después de las agresiones.
Llámese mujer maltratada, violencia doméstica hacia la mujer o violencia de género, todas tienen un común denominador: la violencia, un problema social de gran magnitud, que de hecho constituye una seria violación a los derechos humanos y actualmente su incidencia deja secuelas tanto físicas como psicológicas llegando a casos extremos dando como resultado la muerte por homicidio o suicidio. Por supuesto las consecuencias no son solo para las víctimas, sino también para sus familiares. En la actualidad, diversos grupos de profesionales del ámbito de salud y el ámbito legal buscan cooperar a poner fin a la violencia contra la mujer que aún está presente en todo el mundo, de igual forma, desean hacer posible una sociedad de la no violencia y las relaciones respetuosas entre personas. Nosotros como ciudadanía también debemos forjar cambios de conciencia, en los medios de comunicación, en el sistema educativo, en la familia y en cada uno/a de nosotros/as reorientando valores, actitudes y conductas en las relaciones de género.
POR SILVIA MARIN COSTA RICA