
Hay artista que han plasmado y llorado a través de su arte, como un grito silencioso con el que explotan de sus situaciones de vida y frustración y vemos como el color y las líneas son maneras de interpretar esos estados emocionales o periodos de dolor, así como también de éxtasis o alegría. Un periodo azul como el de Picasso o al arte Gótico en enormes iglesias tenían planteamientos muy distintos, pero la manera de como convertir la materialidad para expresar cosas tan distintas ayudaban a entender lo que quería expresarse, de una manera melancólica o de una forma de control social, pero indistintamente uno del otro, lo que ambos tienen en común es el recurso plástico y un contexto que hay que conocer como observadores para poder comprender la obra.
La obra no es por sí misma en una sala de exhibición, la obra es al artista y a su trasfondo, y esta es una tarea compleja pero realmente muy interesante, porque nos permite ver que es lo que ellos nos hablan y como método de comunicación visual, debe transmitir algo que realmente es complejo.
Cuando se ve una obra de determinado artista, la tarea no solo queda en darle una valoración subjetiva de lo que podemos considerar desde donde están puestos nuestros pies, sino, que implica conocer más obras , cómo inicio, en dónde se desarrollo su vida , su infancia, por qué dedico su vida o parte de ella al arte, cuál es su paleta de color o técnicas que desarrolla y por qué las utiliza, qué experimenta cuando ejecuta una obra, cómo se desarrolla en su entorno, en su país o ciudad, cómo vive o cómo vivió, y por qué le tomamos como un referente icónico, y si conocemos realmente las razones por las cuales le vemos de tal modo, si hay conocimiento de su biografía. Articular una obra va más allá de las simple ganas de pintar, siempre hay algo en el interior del artista que quiere hablar, aunque no sea con palabras.
Hace unos días atrás vi en las redes, un ejercicio muy curioso que realiza una mujer con unos niños, y debo de comentarlo porque me pareció exquisito para ejemplificar el tema: esta mujer toma un lienzo en blanco y pinturas, y las lleva a un aula de niños de edad de 5 años, les explica que entre todos pintaran el lienzo, efectivamente los niños de una manera muy divertida abordan el lienzo y lo llena de todos colores, casi al punto de dejar el lienzo oscuro y un color ya sucio por tanta mezcla, sin embargo, los niños felices dan por terminada su obra sin dejar ni un solo espacio en blanco; esta mujer desmonta la tela del cuadro, la guarda en un bolso, así también el enmarque y lo esconde y se infiltra a una galería de alto renombre, y a escondidas arma nuevamente la obra de los niños y la coloca en una de las paredes de la galería, toma su micrófono mientras su acompañante graba y a modo de reportaje comienza a entrevistar a los visitantes y les pregunta con respecto a la obra en la pared (claro sin mencionar que fue hecha por niños) ella les pregunta con respecto al artista, que creen ellos que sucede con el artista y la obra, finalmente que está queriendo expresar el artista.
Las respuestas son espectaculares, ya que los observadores hablan de que el artista debe ser una persona con altas cualidades artísticas, es alguien reprimido sexualmente, el artista tiene altos complejos y frustraciones, es un maestro, tiene problemas de ira; en fin, luego de una gran cantidad de respuestas alejadas totalmente de la fuente inicial de la obra, cierra el video.
No podía omitir este ejemplo y plasmarlo aquí, para comprender como la obra termina convirtiéndose en un consultorio psicológico, no solo del artista, sino del observador, y es que ahí es donde el observador desahoga realmente todo lo que él es, es el espejo perfecto para delatar a su alma o liberarla como se quiere ver o como se necesite ver. Ella se convierte en la excusa perfecta del espectador para decir y creer lo que realmente es y lleva por dentro, es el trampolín perfecto para liberar nuestra alma reprimida, ya que nos escusamos diciendo que nuestra valoración es con respecto al artista, sin darnos cuenta de que hablamos de nosotros mismos.
Apreciar el arte puede ser un trabajo complejo, pero indiscutiblemente es un trabajo necesario o un placer indispensable para quienes se dan el permiso de vivir en ese deleite.
POR LEIRYN ALVARADO ART & DESIGNE COSTA RICA