Si usted que hace el favor de leer este artículo vive en México, conoce ya la impresión que sobre las comisiones de derechos humanos tiene la ciudadanía, y si vive fuera de México, deje le platico.
En la década de los años ochenta en nuestro país (México) ocurrió el hartazgo de la población con el sistema político al que Vargas Llosa denominó “la dictadura perfecta”, e inició el camino a la democratización de manos de la propia ciudadanía. Así, creamos a inicios de la siguiente década, el primer organismo ciudadano que se paró frente al régimen: La Comisión Nacional de los Derechos Humanos y las respectivas comisiones estatales.
Este sistema que generó esperanzas de denunciar y detener los atropellos cotidianos de las autoridades e instituciones oficiales, tuvo una gran aceptación y legitimidad durante esa década de los años noventa y todavía en la primera del siglo veinte. Pero algo pasó después. En la última década se generó una animadversión hacia esta, ahora elefante blanco, Comisión Nacional y las estatales. Grandes presupuestos y pocos resultados, decisiones políticas y víctimas olvidadas. Un sistema al que la población empezó a ver como inservible, un ombudsperson sin dientes y al que nadie hace caso. Incluso con propuestas legislativas nacionales ya para desaparecerla.
En lo personal no creo que sea inservible, pero sí creo que el sistema es ya obsoleto. Los “ojos del rey” siempre han existido en todas las culturas y a través de los siglos; este rol de revisar que los funcionarios del rey cumplan con su deber sin causar injusticias sobre la población no ordenadas por el propio monarca siempre fue necesario. Ya con el arribo de las democracias, fue el parlamento sueco el primero en nombrar a este “ojos del rey” ahora como unos “ojos del parlamento, del pueblo”. Nacía el ombudsman. Pero en esta ocasión solamente comentaré el tema de víctimas, ya en otra entrega le comentaré sobre el procedimiento, organización y competencias que derivado del desfase de este sistema deben cambiar.
En su creación, los legisladores optaron por un sistema conocido de protección de grupos en situación de vulnerabilidad, en este caso para las víctimas de violaciones de derechos humanos: el tutorial. En los años ochenta y en los años precedentes, a los niños, a los pueblos indígenas, a las personas con discapacidad, etcétera, se le veía como sujetos de tutela, de protección y asistencia. Estas personas no participaban en las decisiones sobre sus asuntos, no eran consultadas y menos eran las personas centrales de cada sistema. No eran los protagonistas de sus propios derechos.
Más, en el avance de los derechos humanos en México y ante el cambio de paradigma constitucional sobre derechos humanos en 2011, las víctimas retomaron su rol central en temas de sus derechos. Las víctimas y grupos vulnerables se reposicionaron en todos y cada uno de sus derechos: niños, niñas y adolescentes, mujeres, pueblos indígenas, personas con discapacidad, personas LGBT+, trabajadores y otros se vieron como figuras centrales de sus derechos y procesos. Las leyes cambiaron, los sistemas de protección cambiaron, y en todos ellos, las víctimas y personas en situación de vulnerabilidad entendieron y empezaron a vivir en estos nuevos sistemas de protección en el que su papel es central en la toma de decisiones.
Mientras tanto, ¿qué ocurrió con el sistema ombudsperson? Nada. Si usted revisa desde la primera Ley de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, a la última, así como las de las comisiones estatales, podrá percatarse que los cambios han sido mínimos. Siguen en el México de los años ochenta. Atrapados ahí con un sistema tutorial de la víctima. En este, la víctima solamente participa en tres momentos: en el momento de presentar su queja, en el momento de comparecer a explicar porqué la autoridad tiene otra versión de los hechos, y cuando le notifican en el último lugar de las personas interesadas (primero la autoridad responsable y la prensa), que se emitió una Recomendación “a su favor” en la que las comisiones decidieron qué era lo mejor para ella como víctima.
¿Qué víctima actual en México se conforma con este rol? Esta forma pasiva en que las comisiones de derechos humanos atienden a las víctimas, sus pretensiones y su participación en los procesos es atávico, insostenible. Por ello los, cada vez más frecuentes, reclamos de víctimas a estas comisiones. Y son entendibles. No pueden permanecer sentadas mientras “los que saben” integran las investigaciones y toman las decisiones por ellas.
¿Y usted, participa en sus procesos de derechos, exige su rol central como víctima o persona en situación de vulnerabilidad o se sienta a ver y esperar que otros lo hagan por usted?
Como siempre, la mejor respuesta la tiene Usted.
POR SERGIO MONTOYA MÈXICO AULAS CNDH