Seguramente en estos últimos meses has oído hablar con más frecuencia sobre este término a raíz del confinamiento y la emergencia sanitaria que nos invadió, pero, ¿qué es la salud mental?
Vayamos por partes, de acuerdo con la OMS, la salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Una importante consecuencia de esta definición es que considera la salud mental como algo más que la ausencia de trastornos o discapacidades mentales.
Si tenemos una buena salud mental, tenemos mejor capacidad para expresar nuestros sentimientos, interactuar con los demás y disfrutar de la vida.
Para el gobierno de México, la salud mental se refiere a “un estado de bienestar por medio del cual los individuos reconocen sus habilidades, son capaces de hacer frente al estrés normal de la vida, trabajar de forma productiva y fructífera, y contribuir a sus comunidades.”
Esto implica que en el tema de salud mental intervienen componentes sociales, psicológicos y biológicos. Las presiones socioeconómicas por ejemplo, constituyen un riesgo claro para la salud mental; donde la pobreza y el bajo nivel educativo son protagonistas. Como parte de los factores psicológicos la asociamos a cambios sociales rápidos, a condiciones de trabajo estresantes, a discriminación, a exclusión social, a modos de vida poco saludables, a riesgos de violencia y por último, los trastornos mentales también tienen causas de carácter biológico, dependientes, por ejemplo, de factores genéticos o de desequilibrios bioquímicos cerebrales que como individuos podemos tener.
La prevención y tratamiento de problemas de salud mental desde esta perspectiva bio-psico-social, conlleva un abordaje integral. El gobierno debe generar políticas públicas que atiendan aspectos políticos, económicos y de atención a la salud estructurales, pero a nivel individual y colectivo también es necesario actuar. En el rubro individual, lo primero es ser conscientes de cómo nos encontramos cada uno de nosotros en este tema. A ver, te propongo un ejercicio rápido:
Detén la lectura de este texto un momento y observa tus pensamientos: ¿Qué estás pensando? ¿estabas concentrado en la lectura? ¿o tal vez medio ponías atención y estabas pensando en algún pendiente?
Vayamos más allá… ahora reflexiona: ¿Cuáles son tus hábitos de pensamiento? ¿Tienes pensamientos frecuentes? ¿Cuáles son? ¿En qué consisten? ¿Cómo te hacen sentir?
Tal vez caigas en cuenta que siempre le das vuelta a las mismas cosas, que tienes preocupaciones frecuentes, que gran parte de tu día está lleno de pensamientos que te hacen sentir en estrés, angustia, enojo o tristeza…
¿Me vas siguiendo?
En gran medida son nuestros propios pensamientos los que generan nuestros estados de ánimo (sean aquellos que nos hacen sentir bien como aquellos que no).
Somos presa de nuestros pensamientos, a grado tal que nos identificamos en ellos, si tenemos pensamientos recurrentes de ansiedad, terminamos por desarrollar una personalidad con esas características y nos acostumbramos tanto a ellos que al final pareciera que eso somos.
La práctica de la meditación nos ayuda a observar nuestros pensamientos, a darnos cuenta qué estamos sintiendo, cómo estamos percibiendo las situaciones externas, qué nos contamos a nosotros mismos y a los demás.
A partir de ahí podemos tomar nuestra salud, bienestar y paz mental en nuestras manos; a ser personas que activamente en consciencia desarrollan estrategias para habitar este mundo de mejor manera al generar un entorno de aceptación, colaboración, amor y compasión hacia uno mismo y hacia los demás.
La salud mental es materia de interés para todos, y no sólo para aquellos afectados por un trastorno mental, la OMS declara que “no existe la salud sin la salud mental”.
POR Erika Aguilar Comunicóloga y guía de meditación.