Los nachos originales eran crujientes, con queso y cien por ciento mexicanos.
El origen del nacho es una historia que escuchas de boca de tu mamá desde pequeño. El título del que más se enorgullece la ciudad fronteriza de Piedras Negras, en Coahuila, México, es el de “cuna de los nachos”, una de las botanas más populares en Estados Unidos.
Hasta hace poco, yo mismo me contaba entre los incrédulos. Nací en San Luis potosí y la primera vez que comí nachos fue cuando fui también por primera vez al cine en la capital del Estado, durante una visita familiar con mis padres en aquellos años.
Experimenté sentimientos encontrados: excitación mientras esperábamos en la fila rodeados de llamativas pancartas de películas taquilleras, y ordenábamos los nachos.

Los nachos nacieron en 1940, según cuenta la historia, cuando un grupo de mujeres llegó al Club Victoria en Piedras en horas no hábiles. A esa hora Ignacio Anaya, el maître d’hôtel, no tenía ningún cocinero en la cocina. A Anaya le decían Nacho, el sobrenombre tradicional que se les da a los Ignacios en los países de habla hispana. Las mujeres eran esposas de estadounidenses asignados a una base militar ubicada en Eagle Pass, Texas, que habían cruzado el río Bravo para hacer compras y buscaban un lugar donde beber algo.
Dispuesto a complacer a las comensales, Anaya corrió a la cocina y preparó una botana rápida con los ingredientes que pudo encontrar. Cubrió algunos totopos (trozos de tortilla de maíz fritos) con queso colby y rodajas de jalapeños en escabeche, y los metió al horno.
A las mujeres les gustó tanto esa botana que pidieron más, y de broma en broma terminaron llamándolos “especial de Nacho”. El platillo se convirtió en parte esencial de la carta en el Club Victoria, y también comenzó a ofrecerse en otros lugares de la región. Después de un tiempo, Anaya se mudó a Eagle Pass y abrió un restaurante llamado Nacho’s.
En esa región se utilizaba mucho el queso colby durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se crearon los nachos, indicó Adalberto Peña de los Santos, director del Festival Internacional del Nacho, que por lo regular se celebra en octubre a orillas del río Bravo.

Con el paso del tiempo, no solo se fueron incorporando ingredientes estadounidenses a los platillos texanos mexicanos, sino que los alimentos texanos mexicanos se fueron adaptando para servirse como gastronomía Tex-Mex.
En los restaurantes Tex-Mex, los nachos se convirtieron en parte esencial de la carta, y encima de las tortillas fritas se colocaban todas las guarniciones que los clientes esperaban: carne molida preparada, crema agria, salsa de mesa, pico de gallo, guacamole y jalapeños en escabeche. A medida que fueron apareciendo más versiones, se añadieron más capas al platillo, como carne asada, aceitunas negras, queso cheddar rallado, frijoles y maíz.
Fue Frank Liberto, un hombre de negocios de Texas, quien llevó los nachos a las masas en la década de 1970. Dos inventos lo hicieron posible: una salsa de queso emulsionada que no requiere refrigeración, tiene una larga vida útil y se mantiene derretida sin calor, y una bomba para el queso para que los nachos pudieran ser ensamblados tan rápido como la gente pudiera pedirlos.
Liberto introdujo los nachos de estadio en 1976, en un juego de béisbol de los Texas Rangers, y luego en 1977, en un partido de fútbol americano de los Dallas Cowboys. Desde allí, aparecieron en estadios y cines de todo Estados Unidos, y luego en un país tras otro.

Ignacio nació en Coahuila, México el 15 de agosto de 1895. Murió en 1975, años después de haber ideado con su hijo Ignacio Anaya Jr. de Eagle Pass de reclamar los derechos de propiedad del nacho. Habían contactado a un abogado para reclamar los derechos, pero éste les dijo que tal tarea sería complicada ya que después de cierto periodo medido en años de hacer un invento, éste se vuelve de dominio público si no es reclamado.
Gracias Don Ignacio Anaya: Nacho’s
POR DAVID ÁLVAREZ MÉXICO